Las escaras, también conocidas como llagas, úlceras por presión o úlceras de decúbito, son lesiones en la piel que llegan al tejido inferior y son resultado de una presión prolongada sobre la piel. Habitualmente se producen en partes del cuerpo en la que la piel cubre una estructura ósea, como pueden ser los tobillos, la cadera, el coxis, etc.
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¿Por qué se producen las escaras o úlceras de presión?
Suelen producirse debido a permanecer durante un largo periodo de tiempo en una posición determinada. Por esta razón, las personas con un mayor riesgo de sufrir este tipo de dolencias son aquellas que tienen problemas de movilidad y deben permanecer habitualmente en una cama o una silla. Debido a ello son también conocidas como «llagas posturales”.
Esta presión constante sobre la piel provoca que los vasos sanguíneos de la zona se rompan, impidiendo la oxigenación de esa parte del cuerpo y provocando la muerte de las células, lo que acaba produciendo estas llagas.
Se trata de una afección común en las personas mayores o aquellas personas dependientes que tienen problemas de movilidad. Algunos factores de riesgo de la aparición de escaras es el uso habitual de una silla de ruedas, permanecer encamado o padecer de diabetes o alguna enfermedad vascular.
Síntomas de las úlceras de presión
Las úlceras de presión pueden tener diferentes síntomas en función de la fase en la que se encuentren, debiendo además tratarse de diferente manera.
- Cambio de color o textura en la piel.
- Hinchazón.
- Drenaje similar al pus
- Cambio de la temperatura en esa zona de la piel
- Aparición de ampollas o llagas en la zona.
Etapas de las úlceras en la piel
- Primera etapa: la zona afectada presenta un color rojizo debido a la presión que está sufriendo.
- Segunda etapa: la zona presenta una ampolla o una llaga rodeada por una zona irritada y de color rojo.
- Tercera etapa: la llaga se abre y hunde en la piel formando una abertura en la misma, afectando al tejido subcutáneo.
- Cuarta etapa: la profundidad de la úlcera acaba afectando a músculos y huesos.
Además, también se pueden dar úlceras cubiertas por piel muerta, que no presentan una abertura, pero sí se pueden identificar por un color amarillento o verdoso de la zona.
Tratamiento de las ulceras de presión y llagas posturales
Existen diferentes tratamientos específicos para tratar las úlceras y escaras. Uno de los tratamientos más habituales es la realización de curas con apósitos anti-bacterianos y antibióticos en aquellos casos que presentan infecciones.
Los apósitos que se usan pueden ser hidrogeles, hidrocoloides o espumas. Sin embargo, es importante acudir al médico para que recete y recomiendo la mejor solución para cada caso específico.
Además, en algunos casos puede recomendarse un tratamiento quirúrgico llamado “desbridamiento” en el que se cortan las zonas de tejido muerto y, en caso de que sea necesario, cirugía plástica con injertos de piel sana de otras partes del cuerpo.
Por último, a la hora de tratar estas afecciones, debemos tener en cuenta que las úlceras de presión suelen ser lentas en la curación.
¿Cómo prevenir las escaras y llagas posturales en personas mayores?
A la hora de prevenir la aparición de escaras y úlceras en las personas mayores y dependientes, hay algunas cuestiones que debemos tener en cuenta y que os resumimos a continuación:
- Examinar la piel diariamente, sobre todo las zonas del cuerpo que permanecen constantemente en contacto con una superficie.
- Evitar las arrugas en la ropa de cama sobre la que haga presión el cuerpo de la persona.
- Usar colchones y cojines antiescaras.
- Hidratar con frecuencia la piel por medio de alguna crema.
- Mantener una dieta saludable y beber agua.
- También pueden realizarse masajes suaves en la zona que favorezcan la circulación de la sangre en la zona.
En el caso de los pacientes encamados, es recomendable además realizar un cambio postural cada 2 horas, y en el caso de las personas que permanecen durante mucho tiempo en una silla, cambiar levemente la postura cada 30 minutos, levantándola un poco o inclinándola a los lados.
En caso de que la úlcera presente pus, mal olor, provoque dolor en la zona o incluso fiebre, debemos acudir al médico lo antes posible para que pueda examinar la zona y valorar el tratamiento más adecuado.
